Huesca-Zaragoza, 24 de Abril
Con La Pionera hemos definido a una Marcha con Bicicletas Clásicas que rinde tributo a los dos primeros grandes routiers españoles: Catalán y Barrio. Si la Cicloturista “Mariano Catalán” es un homenaje anual con nuestras “carbonos” y un enlace entre lo antiguo y lo moderno, La Pionera es un giro total hacia el pasado con bicicletas clásicas. La Pionera busca acercarse a aquella gesta del 22 de marzo de 1868 con el máximo rigor posible: el horario nocturno, las bicicletas clásicas o incluso históricas, las paradas en ruta, el punto de destino en la iglesia de Santa Engracia, etc…
Además bautizamos precisamente la Marcha con un nombre muy especial y apropiado: LA PIONERA. Ellos fueron pioneros y nosotros también en tanto que es la primera cicloclásica noctura en España
La Marcha levantó curiosidad en cuanto se anunció. Y por eso nos llegaron inscripciones de puntos muy diversos de la geografía española, pero siempre de gente amante de esta especialidad que son auténticas referencias en el Ciclismo de Epoca español: José Manuel Fort (Valencia); José Gutierrez, de Cantabria, tremendo conocedor de todas las Cicloclásicas de Europa; Jaume Planes, un ilerdense devotísimo de estas citas; Carlos Arozarena de Santander; Javier Ruiz Olalla, de San Sebastián, un ciclista proto-retro excepcional… La Pionera sirvió asimismo de bautismo cicloclásico para un numeroso grupo de debutantes: Miguel, Cored, Bergua, Javier Durán, Blas, Ortega, etc… y de nuevos amigos amantes de esta modalidad: de Quinto, de Pinseque, de Sabiñánigo… En suma, un encuentro que se envolvió en un optimismo general y se cerró con el deseo colectivo de volver a repetirse por los veinticinco pioneros participantes.
El desarrollo del montaje velocipédico fue curioso. En la Plaza de Navarra de Huesca, Adolfo Bello nos preparó un chocolate caliente con bizcochos que a las 3 de la mañana nos sentó como el mejor manjar del mundo. Fernando se apresuró en inmortalizar los pasos previos de la primera Pionera con su máquina a tope. Jaume llegó de Lérida y Javier Blas nos apareció con un mono azul de lana 100% vintage que había adquirido en Cabrera junto a una apuesta sobre si sería capaz de ponérselo. Estaba total. Subió a Huesca con en tren con Juan Ortega y estuvieron hasta las tantas deambulando de cañas y cenando con esa “imagen” y un morral ciclista. Pasó por integrante de una despedida de soltero.
Tras las fotos de rigor llegó el verdadero rigor. El cierzo helador de la noche nos agrupó con especulador interés, mientras que las luces LED, falsos apéndices de nuestras viejas monturas, iluminaban la carretera con la potencia de un foco de circo. Había prudencia en la distancia entre ruedas. La carretera nacional, por cuyo ancestro camino de diligencias pasaron Catalán y Barrio, era ahora una enorme pista con dos grandiosos arcenes plenamente reservada para nosotros, pues la paralela A-28 se comía el poco tráfico existente. En cincuenta kilómetros, entre Huesca y Zuera solamente nos cruzamos con un coche.
Almudévar salió prodigiosamente al paso para reponer fuerzas y entonar el cuerpo. En el primer caso con Trenza de Tolosana –excepcional manjar y mucho más a las cuatro de la mañana- y con el Alcalde –Antonio- que nos acercó unas botellas de vino para pasar mejor el dulce estrella. Excelente detalle.
Los casi cincuenta kilómetros siguientes hasta Villanueva fueron una delicia en medio de la oscuridad, el frio, el cierzo y la nostalgia que desprendían nuestras máquinas, algunas oxidadas y otras reanimadas estéticamente con níquel de primera calidad. La Phebus 1910 de José Manuel, con piñón fijo, iba como un tiro pero su rueda trasera se descentraba por momentos. Su llanta iba de lado a lado de la carretera.
Así llegamos a las 7 en punto a Villanueva, con el alba apuntando maneras. Los huevos fritos, el jamón, el café y el sobrante de Trenza Tolosana cerraron un bien merecido almuerzo y reemprendimos el viaje camino de Zaragoza. Por supuesto accediendo por el Puente de Piedra y San Gil hasta Independencia, donde un pequeño homenaje de amigos y familiares fue muy bien recibido, además de algunas entrevistas para televisión y otros medios. La palma se la llevó José Manuel Fort que en Villanueva se maqueó de Maurice Garin, emulando perfectamente la estampa del primer ganador del Tour de Francia.
Fotos, apretones de manos y risas cerraron un viaje único en la historia del ciclismo español, fundamentalmente por el sentido profundo que tenía. Y Luis Tobajas, el más veterano, anunciando deseos de repetir.
La primera edición de La Pionera ya es historia, ¿repetiremos?…
Album fotográfico
Picasa de Fernando: