Eroica 2017: inolvidable

barro-berruti
barro-berruti

Tercera edición de la Eroica Hispania. Sobre el mismo recorrido reconoces los puntos del camino, los lugares exactos y las puertas de las casas donde pediste una herramienta el año pasado con la caja pedalier floja, las curvas, las zonas de peligro, los repechos más exigentes… Y sin embargo todo es diferente al año anterior e incluso al precedente. La Eroica no es una oferta de un producto que compras porque ya conoces sus prestaciones. La Eroica es una gran interrogante que se va despejando a lo largo de un recorrido cargado de sorpresas, de exigencias, de dificultades sobrevenidas, de momentos extraordinarios. Este año la interrogante venía desde el cielo. La meteorología transformó todo. El año pasado vi a Giancarlo Brocci, antes llegar a Laguardia, asfixiado de calor, con un enorme pajarón, clamando al cielo por un restaurante. Este año lo he visto ante el furgón-cafetera de Baqué hecho un cromo, lleno de barro, vacío de fuerzas  tras realizar el recorrido medio. Dos realidades bien diferentes para un mismo participante. Esta vez hemos recorrido caminos, otrora arenales con rodadas polvorientas, convertidos en lagunas que no merecía la pena sortear sino rezar para que la rueda delantera no entrase en un gran hoyo oculto bajo el agua. Hemos superado excelentes caminos de tierra blanca convertidos en pistas de barro deslizante de alfarero que nos recibían con la huella hendida de cientos de ruedas. Hemos recibido la lluvia desde el primer minuto y no nos ha dejado en todo el día. Cada participante tiene una historia y cada historia es diferente a las demás. Esta es nuestra historia.

La marcha – hablo de la corta por supuesto- la iniciamos los participantes de El Pedal Aragonés en el vagón de las nueve de la mañana, compuesto por algo así como un centenar de osados desafiadores del tiempo a maillot descubierto. Seguramente todos ellos tenían ganas de lucir ese maillot de lana que habían reservado durante semanas para la ocasión.  En el ritual de preparación de la bicicleta y el ciclista, junto al furgón, coincidimos con el exprofesional Salvador Sanchís que, envuelto en un maillot de lana gris perla de la selección nacional (de toda la vida) antes de que Seat forzase llevarlo a blanco para la Olimpíada de Barcelona para que se viese mejor su marca, se disponía a su bautizo en la Eroica y en este nuevo y desafiante ciclismo. La “pasarela maillots”, apenas un kilómetro después de la salida se transformó en la pasarela chubasqueros. Se perdió el encanto vintage pero la situación lo requería. La lluvia llenó el camino de dorsales de cartulina desprendidos de sus bicicletas. No era necesario el marcaje, por cierto, excelente este año, sino que bastaba con seguir el rastro de los dorsales caídos como Pulgarcito con las piedras. Al poco vemos a Luciano con sus harapos “casual” y constatamos que marcha como una moto en su desvencijada bicicleta centenaria ¿Quién será su mecánico?, me pregunto.

Con el grupo inicial ya dinamitado en la primera rampa afrontamos los primeros tramos de tierra al tiempo que se anima la lluvia. De pronto el cielo se oscurece y empieza a descargar agua a cántaros. La doble rodada del camino se convierte en un doble arroyuelo por el que discurre el agua, y cuando no hay pendiente, esta se amontona en enormes lagunas. Alguna de ellas es preciso cruzarla con la  bici en la mano. Advertimos que va a ser una jornada complicada pero no falta el buen humor. En una zona pantanosa hay mucho teléfono echando fotos. En vez de maldecir, la gente busca un recuerdo. Todo parece indicar que quien acude a la Eroica ya sabe a dónde va: a enfrentarse a lo desconocido. Aparecen ahí las dos chicas del maillot Viña Tondonia, todavía sin chubasquero. Tiran una foto para el recuerdo y a seguir. En San Vicente las volveremos a encontrar en un bar añadiendo al cuerpo el apoyo de un café. Una comenta que no sabe si llegará a tiempo de una Confirmación que tiene a las seis. Las dos son novatas. Nunca han salido ni en grupo ni tampoco entrenado pero les hacía ilusión el reto, que por supuesto superaron.

Beatriz, una riojana devota de la Eroica
Beatriz, una riojana devota de la Eroica

Bajo la lluvia vemos a dos caminantes londinenses que habíamos conocido en la salida. Uno lleva el cambio colgando de la cadena con el tornillo de sujeción roto. No saben qué hacer. Hay un teléfono de incidencias pero es materialmente imposible llegar a aquel lugar con un vehículo y el puesto de asistencia mecánica queda muy lejos. Le planteo a Adolfo echarles una manita con la solución elemental para el caso: retirar el cambio, quitar unos eslabones a la cadena y dejar la tracción a una sola corona. El trabajito con el kit de emergencia nos lleva un rato pero al menos dejamos al londinense con posibilidad de circular, aunque poco más tarde, en cuanto llegó a San Asensio tuvo la correcta idea de llamar a un taxi.

La acción mecánica se planteó en paralelo con una cura médica. Una chica cayó por allí cerca y vino a nuestro lado a revisar su herida a la altura de la rodilla. En el grupo de chicas había una pediatra que hizo todo lo que se podía hacer después de lanzarle a presión el agua de mi bidón para lavar la zona: “curasana… curasana… si no curas hoy curarás mañana…”  Y a seguir. Al poco  de todo esto el cielo abrió sus puertas y descargó lo indecible. Fue media hora de diluvio terrenal que hizo del camino un rio de agua achocolatada. La lluvia frenó su fuerza en San Asensio. Allí vimos a Luciano empapado en su descatalogado modelín bajo unos porches, esperando mejores momentos. Adolfo andaba entonces con el tornillo de una biela flojo. Paramos en una casa e intentamos hacer algo forzando con el plano de un destornillador.

Tondonia
Tondonia

El camino de la zona alta de San Asensio recorre una planicie que termina en la “cuesta del parapente” ferozmente criticada en las redes en la primera edición. No arriesgamos y echamos pie a tierra. Llegó pronto el asfalto para presentarnos en San Vicente, cuyo empedrado de la cima del pueblo era imposible vencer si no fuera pie a tierra ya que patinaba la rueda. “Eso es hacer trampa” nos dijo un lugareño vestido de celebración que formaba parte de un grupo. “Es la misma trampa que librarse de la lluvia con paraguas”, le dije. Sus colegas se mofaron de él por la respuesta recibida, pues iba con un buen paraguas. En la plaza de San Vicente encontramos el primer avituallamiento con un enorme destrozo en sus existencias pero aún quedaba material para reponer energías en condiciones. En el bar próximo encontramos a las chicas citadas del Viña Tondonia de Haro, que resultaron ser de Logroño pero ahora con chubasquero.

Entre San Vicente y Laguardia , bajo mi punto de vista, se ubica el tramo más antipático del trayecto con constantes subidas y bajadas que obliga a un continuo manejo del cambio, lo cual en estas bicicletas de maneta en el cuadro exige bastante pericia, algo que muchos participantes no tienen por no haber “disfrutado” ni competido con esos materiales. Por otro lado las bicicletas  “retro” no siempre gozan de buen estado de salud y ese ejercicio abusivo de subir y bajar coronas suele acabar en algún fiasco. En ese punto llegamos a notar el desarme de las zapatas de los frenos como consecuencia de las muchas frenadas en potentes descensos con agua y barro en la llanta que las desgasta mayor proporción que en seco. Vamos, que seguía lloviendo y la cosa se iba complicando. La cadena por supuesto carecía toda lubricación. La escasa gente que este año salió a ver nuestra comitiva nos miraba con unos ojos de incredulidad y de pena. Recuerdo que el matrimonio mayor de San Asensio que nos dejó el destornillador nos ofreció vino y jamón. Un millón de gracias.

IMG_20170604_105911

Quizá sea el momento de destacar tres cosas que noté muy importantes en esta edición. Una de ellas es la alta participación de mujeres, y en general mujeres que no son ciclistas habituales sino amantes de la bicicleta y del encanto del mensaje de la Eroica, que no dudan en abordar el desafío con gran ilusión. Otra cosa que noté muy mejorada fue la señalización. Fue perfecta, con vistosas señales en el suelo y también señalización vertical. Para romper el mimetismo del institucional color vino de las señales, les añadieron una orla de color amarillo (un gran detalle). Finalmente advertí una altísima participación extranjera. La Eroica es un mensaje global. Tiene un público internacional que va recorriendo todas las franquicias existentes y eso se nota muchísimo. Yo personalmente intercambié el “Where are you from” con holandeses, ingleses, franceses, escoceses, italianos, alemanes, argentinos, una joven canadiense y una familia de Sudáfrica. La colonia extranjera fue enorme. He leído en algún sitio que ha habido participantes de 24 paises.

Arnedo

En San Asensio Adolfo trató de apretar el tornillo de la biela. Nos ofrecieron jamón y vino
En San Asensio Adolfo trató de apretar el tornillo de la biela. Nos ofrecieron jamón y vino

En Navaridas nos encontramos a dos jóvenes de Arnedo tirados como una colilla junto a un  murete con la rueda desmontada. Llevaban tubular y habían consumido el único repuesto que tenían para su bicicleta prestada (o alquilada). No sabían qué hacer. Adolfo les ofertó uno de sus tubulares de ciclo-cros que guarda celosamente desde hace más de veinte años (lo colocó debidamente en su llanta pues no acumulaban experiencia al respecto). Así pudieron seguir. Llegamos a la Cuesta del Burro que es la puerta de entrada a Laguardia. A mitad cuesta hay una casa de campo. Allí el año pasado un niño con una manguera rociaba a los penitentes ciclistas que agradecíamos el gesto. Este año el niño estaba seguramente en otro menester menos piadoso y bajo techo pues la lluvia seguía y seguía. Por cierto, Adolfo y yo hicimos toda la ruta juntos. En el desbarate inicial de la tormenta los dos “Javieres” y José Antonio marcharon por delante y no les vimos hasta la llegada.

Pero antes de llegar a Laguardia nos acechaba una agradable sorpresa. Un repentino desvío nos dejó en las Bodegas Torre de Oña para resucitarnos el alma. Allí nos ofertaron un vino tinto EXTRAORDINARIO, elaborado por el mismo dios Baco, que acompañado de un chorizo no menos bueno nos elevó la autoestima y las ganas de seguir. Un gran detalle. Con la copa en la mano y repentinamente vemos que una joven se lanza en brazos de su pareja muy potentemente (ver foto). Más que un abrazo fue un sello. El entorno se alteró ante tanta efusividad  pero han dejado claro que no era una declaración en toda regla, sino una vieja fórmula para quitarse el frío. Ya pienso en la próxima edición para repetir esa copa de vino.

Torre de Oña
Torre de Oña
¿Le pidió casarse? No. Se están quitando el frio.
¿Le pidió casarse? No. Se están quitando el frio.

En Laguardia  había una buena dotación de productos para avituallar. No se puede pedir más. Un ratito de descanso y de renuncia al agua bajo el cobijo de la carpa de la organización y enseguida  empapados otra vez. La fuente allí ubicada no tenía este año clientes. No dejaba de llover. Los participantes más tardíos, aquellos que salimos a las nueve de la mañana fuimos los más afectados por el agua, entre otras cosas porque la gran tormenta nos pilló en el terreno menos propicio. He visto vídeos en los que se aprecia que a los más madrugadores les afectó menos el agua o por lo menos en zonas más transitables.

Cerca de la meta, chubasquero fuera para lucir nuestro maillot adquirido para la ocasión, fotos de rigor y un breve saludo con Guajardo, la voz del ciclismo, que lo sabe todo de todos aquellos que van sobre una bici, y pronto a las duchas municipales.

Quedan muchas cosas por contar pues lo bonito de la Eroica, además de vivirla, también es compartirla: hablar por el camino de bicicletas, de maillots, de procedencias, de participaciones, reir, saludar, …  Está claro que lo más bonito de la Eroica es repetirla. Y en eso estamos. (AG)

Barro
Barro

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.